Deseo vivir (M. E. Carmona)
PERDIÓ LA BATALLA CONTRA EL CÁNCER a los 38 años. María Eugenia Carmona, madre y ama de casa, apuntó hasta el último instante sus pensamientos, miedos y alegrías en su diario. Su viudo, el periodista Edwin Winkels, transformó las 3.000 páginas en Deseo vivir. La historia de una mujer valiente que aprendió a morir (Aguilar). Un testimonio emocionante sobre la vida y la muerte.
Mi cuerpo y yo cada día estamos más separados y es que no lo soporto. Quiero descansar y sentir paz. Mi hermana me dice que no tengo aspecto de que me vaya a morir. Creo que todo el mundo está equivocado y que interiormente todo va mucho más rápido de lo que nadie sospecha. He de decir que no tengo miedo porque sé que no puedo hacer nada para dominar la situación. Ya me había dicho a mí misma que del 1 de noviembre no pasaría... Ahora mi estómago está cada vez más tenso e incluso muchas noches tengo que vomitar; también me cuesta más caminar. Anoche Edwin volvió a repetirme que soy muy fuerte, pero me es imposible pensar que se tiene que conformar con lo que soy ahora. Esto no es normal y me da igual lo que piense. Ayer estuve pensando mucho en Sara. Cuando vi a mi hija me pareció que estaba preciosa. Representa todo lo contrario de mí: ella es la vida, y yo, la muerte. Acabo de meditar y otra vez estoy en la cama lloriqueando. No le encuentro ningún sentido a mi vida, me pregunto qué puedo hacer, pero no hallo una respuesta. Mi vida depende ahora de los días en los que tengo visita con [la psicóloga] Graciela, [la dietista] Carmen o [el acupunturista] Marcus, ya que solo entonces me animo un poco. Por lo demás, no disfruto de nada y me doy cuenta de que mis hijos, Edwin, mis padres y todos los que me quieren se quedarían mucho más tranquilos si yo no estuviera.
Martes, 30 de octubre
Esta mañana volví a plantearme qué hago aquí: solo estar y ¿eso qué es? Carezco de un rumbo definido y no tengo ningún aliciente, soy una mera espectadora y sé que puedo salir de este teatro porque todo va a funcionar perfectamente sin mí, todos han aprendido lo que tenían que aprender y mi papel en esta obra ha terminado Con mi nuevo aprendizaje, cuando vuelva a nacer podré dedicarme a ayudar y entender a otras personas. Ahora simplemente no puedo más porque estoy demasiado atrapada en mi cuerpo físico y en su influencia sobre mi mente. Sé que pronto va a pasar algo, ya que esta noche perdí como medio litro de sangre. No se detuvo hasta que Edwin me trajo una gasa y la medicina para cortar la sangría. Son señales de mi despedida. Siento que cada día estoy más despegada de todos, ya no pertenezco aquí y percibo que una pequeña parte de mí está en ese otro lugar que no sé explicar. En estos momentos puedo observar el mundo y a mi familia desde un estrado.
Jueves, 1 de noviembre
Es el día de Todos los Santos y no me había parado a pensarlo. Hoy se cumplía otro de los plazos que me puse para marcharme, pero aquí sigo. Además he tenido un día más tranquilo emocionalmente hablando. Supongo que todo lo que hice ayer me está sirviendo, aunque me cuesta. Fui a ver a Graciela, pero antes de llegar, mientras íbamos en el coche, intentaba explicarle a Edwin cómo me siento y por qué necesito irme. Él me prometió que me ayudará en su momento, pero que aún no ha llegado. También me aseguró que de su boca no puede salir que se va a quedar más tranquilo cuando yo me vaya porque no es así. Graciela me dijo que todo esto me está pasando porque me estoy desconectando. Insistió en que necesito comprender el concepto de amor del que ella me habla. Es verdad porque sigo sin poder soportar que todos orbiten alrededor mío. Me asegura que lo hacen por amor y que yo haría lo mismo. Me quedo sorprendida cuando oigo este tipo de cosas porque siempre he pensado que no soy tan importante para nadie. Ayer le conté al Lama [del monasterio budista del Garraf] los pensamientos diarios que tengo como que no sé qué hago aquí porque tengo la sensación de que ya lo he hecho todo. Con toda su paciencia me explicó otra vez lo difícil que es tener un renacimiento humano y que será mejor para mí limpiar cuanto pueda mi karma, así que tengo que dar las gracias por cada día de vida que pasa. “Haz una lista de todas las cosas buenas que te están pasando en esta vida –dijo– y cuando el sufrimiento sea tan grande que no puedas pensar en nada positivo lee lo que has escrito”. Es una buena idea, aunque aún no la he puesto en práctica. Afirmó que si pudiera me quitaría el dolor que padezco, pero no puede. Además, debo aprovechar todas esas incomodidades y dolores para limpiar mi karma. Cuanto más duela más limpieza se hace. Y mientras estoy allí hablando con él parece que todo me duele menos y es más soportable. Es tanta su compasión que no puedo evitar quedarme impresionada. Me comentó que estaba muy cargada y al hacerme la limpieza no paraba de echar eructos y las paredes incluso crujían. Antes me hubiera reído de todo esto. ¡Realmente soy otra persona!
Domingo, 4
Le pregunté a Edwin si podía adivinar dónde quería que tirara mis cenizas. Me explicó que antes siempre hubiera pensado que quería que las lanzara al mar desde el espigón de Sitges; un poco más tarde se planteó que podría ser en el monasterio del Garraf, pero ahora cree que debe ser en la estupa de Bodnath en Nepal. Justo el sitio donde quiero que lleven mis cenizas. Es una de las cosas de las que siempre estaré agradecida a mi enfermedad. Nunca he sentido tanta paz como en ese lugar y no puedo olvidar los atardeceres sentada encima de la estupa. Creo que todos estos días están siendo cruciales en mi vida. En realidad no me queda mucho, lo siento así, pero cada día que pasa antes de que me vaya sucede un acontecimiento importante o digo unas palabras que considero cruciales.
Jueves, 8
Hoy tenía visita en el Hospital Duran i Reynals con el doctor de cuidados paliativos. Me levanté en un estado deplorable y es que estos días me encuentro agotada. Tuvimos que esperar un poco, pero cuando nos atendieron estuvieron mucho tiempo con nosotros. El doctor Porta me dijo enseguida que me veía bastante apagada. Me parece muy humano. No sé por qué me ha sorprendido tanto, aunque no puedo evitar pensar por qué te ofrecen esa humanidad en el hospital cuando ya estás en la última fase. Muchos médicos podrían aprender del trato que tienen con los pacientes en paliativos. En un apartado que siempre hay que rellenar en el cuestionario he planteado la siguiente cuestión: ¿Cuánto me va a durar esta agonía? Entonces el doctor Porta me preguntó: “¿Quieres que hablemos de ello?” –Sí. –Pues, para serte sincero, no tengo ni idea de lo que puede durar. Solo hay una cosa segura, si digo una semana me equivoco y si digo 10 años también. Por eso, mientras que intentemos que tu sufrimiento diario disminuya, lo importante es vivir el día a día.
Mi cuerpo y yo cada día estamos más separados y es que no lo soporto. Quiero descansar y sentir paz. Mi hermana me dice que no tengo aspecto de que me vaya a morir. Creo que todo el mundo está equivocado y que interiormente todo va mucho más rápido de lo que nadie sospecha. He de decir que no tengo miedo porque sé que no puedo hacer nada para dominar la situación. Ya me había dicho a mí misma que del 1 de noviembre no pasaría... Ahora mi estómago está cada vez más tenso e incluso muchas noches tengo que vomitar; también me cuesta más caminar. Anoche Edwin volvió a repetirme que soy muy fuerte, pero me es imposible pensar que se tiene que conformar con lo que soy ahora. Esto no es normal y me da igual lo que piense. Ayer estuve pensando mucho en Sara. Cuando vi a mi hija me pareció que estaba preciosa. Representa todo lo contrario de mí: ella es la vida, y yo, la muerte. Acabo de meditar y otra vez estoy en la cama lloriqueando. No le encuentro ningún sentido a mi vida, me pregunto qué puedo hacer, pero no hallo una respuesta. Mi vida depende ahora de los días en los que tengo visita con [la psicóloga] Graciela, [la dietista] Carmen o [el acupunturista] Marcus, ya que solo entonces me animo un poco. Por lo demás, no disfruto de nada y me doy cuenta de que mis hijos, Edwin, mis padres y todos los que me quieren se quedarían mucho más tranquilos si yo no estuviera.
Martes, 30 de octubre
Esta mañana volví a plantearme qué hago aquí: solo estar y ¿eso qué es? Carezco de un rumbo definido y no tengo ningún aliciente, soy una mera espectadora y sé que puedo salir de este teatro porque todo va a funcionar perfectamente sin mí, todos han aprendido lo que tenían que aprender y mi papel en esta obra ha terminado Con mi nuevo aprendizaje, cuando vuelva a nacer podré dedicarme a ayudar y entender a otras personas. Ahora simplemente no puedo más porque estoy demasiado atrapada en mi cuerpo físico y en su influencia sobre mi mente. Sé que pronto va a pasar algo, ya que esta noche perdí como medio litro de sangre. No se detuvo hasta que Edwin me trajo una gasa y la medicina para cortar la sangría. Son señales de mi despedida. Siento que cada día estoy más despegada de todos, ya no pertenezco aquí y percibo que una pequeña parte de mí está en ese otro lugar que no sé explicar. En estos momentos puedo observar el mundo y a mi familia desde un estrado.
Jueves, 1 de noviembre
Es el día de Todos los Santos y no me había parado a pensarlo. Hoy se cumplía otro de los plazos que me puse para marcharme, pero aquí sigo. Además he tenido un día más tranquilo emocionalmente hablando. Supongo que todo lo que hice ayer me está sirviendo, aunque me cuesta. Fui a ver a Graciela, pero antes de llegar, mientras íbamos en el coche, intentaba explicarle a Edwin cómo me siento y por qué necesito irme. Él me prometió que me ayudará en su momento, pero que aún no ha llegado. También me aseguró que de su boca no puede salir que se va a quedar más tranquilo cuando yo me vaya porque no es así. Graciela me dijo que todo esto me está pasando porque me estoy desconectando. Insistió en que necesito comprender el concepto de amor del que ella me habla. Es verdad porque sigo sin poder soportar que todos orbiten alrededor mío. Me asegura que lo hacen por amor y que yo haría lo mismo. Me quedo sorprendida cuando oigo este tipo de cosas porque siempre he pensado que no soy tan importante para nadie. Ayer le conté al Lama [del monasterio budista del Garraf] los pensamientos diarios que tengo como que no sé qué hago aquí porque tengo la sensación de que ya lo he hecho todo. Con toda su paciencia me explicó otra vez lo difícil que es tener un renacimiento humano y que será mejor para mí limpiar cuanto pueda mi karma, así que tengo que dar las gracias por cada día de vida que pasa. “Haz una lista de todas las cosas buenas que te están pasando en esta vida –dijo– y cuando el sufrimiento sea tan grande que no puedas pensar en nada positivo lee lo que has escrito”. Es una buena idea, aunque aún no la he puesto en práctica. Afirmó que si pudiera me quitaría el dolor que padezco, pero no puede. Además, debo aprovechar todas esas incomodidades y dolores para limpiar mi karma. Cuanto más duela más limpieza se hace. Y mientras estoy allí hablando con él parece que todo me duele menos y es más soportable. Es tanta su compasión que no puedo evitar quedarme impresionada. Me comentó que estaba muy cargada y al hacerme la limpieza no paraba de echar eructos y las paredes incluso crujían. Antes me hubiera reído de todo esto. ¡Realmente soy otra persona!
Domingo, 4
Le pregunté a Edwin si podía adivinar dónde quería que tirara mis cenizas. Me explicó que antes siempre hubiera pensado que quería que las lanzara al mar desde el espigón de Sitges; un poco más tarde se planteó que podría ser en el monasterio del Garraf, pero ahora cree que debe ser en la estupa de Bodnath en Nepal. Justo el sitio donde quiero que lleven mis cenizas. Es una de las cosas de las que siempre estaré agradecida a mi enfermedad. Nunca he sentido tanta paz como en ese lugar y no puedo olvidar los atardeceres sentada encima de la estupa. Creo que todos estos días están siendo cruciales en mi vida. En realidad no me queda mucho, lo siento así, pero cada día que pasa antes de que me vaya sucede un acontecimiento importante o digo unas palabras que considero cruciales.
Jueves, 8
Hoy tenía visita en el Hospital Duran i Reynals con el doctor de cuidados paliativos. Me levanté en un estado deplorable y es que estos días me encuentro agotada. Tuvimos que esperar un poco, pero cuando nos atendieron estuvieron mucho tiempo con nosotros. El doctor Porta me dijo enseguida que me veía bastante apagada. Me parece muy humano. No sé por qué me ha sorprendido tanto, aunque no puedo evitar pensar por qué te ofrecen esa humanidad en el hospital cuando ya estás en la última fase. Muchos médicos podrían aprender del trato que tienen con los pacientes en paliativos. En un apartado que siempre hay que rellenar en el cuestionario he planteado la siguiente cuestión: ¿Cuánto me va a durar esta agonía? Entonces el doctor Porta me preguntó: “¿Quieres que hablemos de ello?” –Sí. –Pues, para serte sincero, no tengo ni idea de lo que puede durar. Solo hay una cosa segura, si digo una semana me equivoco y si digo 10 años también. Por eso, mientras que intentemos que tu sufrimiento diario disminuya, lo importante es vivir el día a día.
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