Otro Bilbao del que muestran
El excelente artículo de Arturo Pérez Reverte que figura bajo el que nos ocupa me transporta a un caso kafkiano que permanece a la vista de quien tenga las agallas de darse una vuelta por el sitio, situado éste en la ciudad de Bilbao. Un paseo por el barrio de San Francisco (desde hace unos años mal denominado Bilbao La Vieja) nos hará comprender con meridiana claridad a que se refiere el amigo Arturo y lo mal que huelen los políticos que tenemos la desgracia de soportar.
Los bilbainos han dado por perdida esa zona de la ciudad, ignorándola y recomendando a cualquier visita o amigo foraneo que por nada del mundo entre en ese geto. De la misma manera, las agencias y mayoristas de viajes, hoteles, oficina de información turística de Bilbao, policías diversas, aconsejan a los visitantes no acercarse por ese barrio bilbaino.
Sin embargo el propio alcalde y su equipo de gobierno venden la recuperación del barrio en foros europeos donde, además, reconocen sus esfuerzos y, sorprendentemente, reciben premios. Hace unos meses visitó la zona un señor belga, componente del jurado que había premiado a Bilbao, para conocer de primera mano lo que se había premiado. La cara del hombre cuando abandonó el barrio era un poema.
Sociedades paramunicipales que gestionan grandes presupuestos como Surbisa o Lan-Ekintza son ejemplos del éxito en la gestión del comercio y urbanismo en la ciudad. Cierto es que en el barrio se están gastando grandes cantidades de dinero, y que hay muchas personas sentadas en despachos moviendo papeles... pero deben de ser malos, muy malos gestores para que les salga tan mal.
Las calles están atestadas de jovenes magrebís apostados en las aceras, a la espera del descuido... en cincuenta metros de paseo no menos de tres o cuatro traficantes ofrecen su mercancía: caballo, pastillas, anfetas, lo que se necesite en cinco minutos está listo. La suciedad invade cada baldosa y muchas esquinas huelen a orines. Los vecinos no aguantan el ruido de peleas, sirenas de policía, gritos de auxilio, a cualquier hora del día o noche. En sus portales se pueden encontrar cualquier cosa... Paseando por estas calles uno no puede comprender que se esté gastando tanto dinero y tanto personal para conseguir lo que se ve. El siguiente pensamiento asegura que si no se hubiera gastado nada el barrio no estaría peor.
Precisamente Surbisa, empresa encargada de la rehabilitación de edificios en Bilbao y dependiente diréctamente del Ayuntamiento, publica hoy una noticia en la que su directora se congratula de la gran cantidad de edificios que se están rehabilitando. "Cada vez más, y es contagioso", dice la señora.
Esto estaría muy bien si se hiciese con un poco de cerebro. La directora tiene razón en sentirse orgullosa porque cada vez son más los edificios recuperados en el barrio, pero se guarda para ella un dato aterrador para el comercio: en cada edificio que se rehabilita desaparecen uno o dos comercios de los "de siempre" y en lugar de escaparates, luz y color queda una persiana cerrada. O en el mejor de los casos una peluquería árabe, carniceria halal o kebab, con el correspondiente tumulto magrebí en la puerta.
Y esto pasa porque el comerciante propietario del local debe de hacer frente a una gran cantidad de dinero para pagar esas obras. Dinero que en un barrio tan degradado a todos los niveles, pero sobre todo comercialmente, no va a poder aportar. Si es difícil abrir la persiana cada mañana en una calle normal, imagínense aquí.
Y para muestra una foto, bueno dos. El mismo edificio antes y después de la rehabilitación. A primera vista lo que llama la atención es lo precioso que ha quedado

Si nos fijamos un poco más nos daremos cuenta de que han desaparecido todos los comercios, incluído el bar, que ocupaban la planta baja del edificio.
Olviden lo de darse un paseo por San Francisco, no deseo que tengan ningún altercado no buscado o cualquier otro problema.
Los bilbainos han dado por perdida esa zona de la ciudad, ignorándola y recomendando a cualquier visita o amigo foraneo que por nada del mundo entre en ese geto. De la misma manera, las agencias y mayoristas de viajes, hoteles, oficina de información turística de Bilbao, policías diversas, aconsejan a los visitantes no acercarse por ese barrio bilbaino.
Sin embargo el propio alcalde y su equipo de gobierno venden la recuperación del barrio en foros europeos donde, además, reconocen sus esfuerzos y, sorprendentemente, reciben premios. Hace unos meses visitó la zona un señor belga, componente del jurado que había premiado a Bilbao, para conocer de primera mano lo que se había premiado. La cara del hombre cuando abandonó el barrio era un poema.
Sociedades paramunicipales que gestionan grandes presupuestos como Surbisa o Lan-Ekintza son ejemplos del éxito en la gestión del comercio y urbanismo en la ciudad. Cierto es que en el barrio se están gastando grandes cantidades de dinero, y que hay muchas personas sentadas en despachos moviendo papeles... pero deben de ser malos, muy malos gestores para que les salga tan mal.
Las calles están atestadas de jovenes magrebís apostados en las aceras, a la espera del descuido... en cincuenta metros de paseo no menos de tres o cuatro traficantes ofrecen su mercancía: caballo, pastillas, anfetas, lo que se necesite en cinco minutos está listo. La suciedad invade cada baldosa y muchas esquinas huelen a orines. Los vecinos no aguantan el ruido de peleas, sirenas de policía, gritos de auxilio, a cualquier hora del día o noche. En sus portales se pueden encontrar cualquier cosa... Paseando por estas calles uno no puede comprender que se esté gastando tanto dinero y tanto personal para conseguir lo que se ve. El siguiente pensamiento asegura que si no se hubiera gastado nada el barrio no estaría peor.
Precisamente Surbisa, empresa encargada de la rehabilitación de edificios en Bilbao y dependiente diréctamente del Ayuntamiento, publica hoy una noticia en la que su directora se congratula de la gran cantidad de edificios que se están rehabilitando. "Cada vez más, y es contagioso", dice la señora.
Esto estaría muy bien si se hiciese con un poco de cerebro. La directora tiene razón en sentirse orgullosa porque cada vez son más los edificios recuperados en el barrio, pero se guarda para ella un dato aterrador para el comercio: en cada edificio que se rehabilita desaparecen uno o dos comercios de los "de siempre" y en lugar de escaparates, luz y color queda una persiana cerrada. O en el mejor de los casos una peluquería árabe, carniceria halal o kebab, con el correspondiente tumulto magrebí en la puerta.
Y esto pasa porque el comerciante propietario del local debe de hacer frente a una gran cantidad de dinero para pagar esas obras. Dinero que en un barrio tan degradado a todos los niveles, pero sobre todo comercialmente, no va a poder aportar. Si es difícil abrir la persiana cada mañana en una calle normal, imagínense aquí.
Y para muestra una foto, bueno dos. El mismo edificio antes y después de la rehabilitación. A primera vista lo que llama la atención es lo precioso que ha quedado
Olviden lo de darse un paseo por San Francisco, no deseo que tengan ningún altercado no buscado o cualquier otro problema.
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