La Ratonera (Agatha Christie)

El Palacio Euskalduna de Bilbao ha programado los días 5, 6, 7 y 8 de mayo la puesta en escena de una nueva versión de "La Ratonera" de Agatha Christie, dirigida por Víctor Conde e interpretada por Flavia Scarpa, Manuel Baqueiro, Guillermo Barrientos, Paco Churruca, Aroa Gimeno, Álvaro Roig, Guillermo Muñoz y Maribel Ripoll.
"La Ratonera", un guión radiofónico adaptado posteriormente para el teatro por la gran maga del suspense inglesa, fue escrita como regalo a su fan más ilustre, la Reina Madre de Inglaterra. Se trata de la obra de teatro de mayor éxito del mundo, y sigue representándose ininterrumpidamente en Londres desde que en 1952 fuera estrenada en el teatro Ambassadors. De allí pasó en 1974 al St. Martin´s, donde cada fin de semana cuelga el cartel de "No hay entradas".
Agatha Christie, la autora más editada de la historia después de la Biblia y de Shakespeare, tuvo la satisfacción de comprobar, día a día, durante los últimos 24 años de su vida, como su thriller se había convertido en uno de los grandes atractivos de la escena en la capital británica.
Narra la historia de una cadena de crímenes que tienen lugar en una casa de huéspedes de estilo victoriano. A lo largo de una noche van llegando a la mansión los extravagantes inquilinos para pasar un fin de semana. Sin embargo, la apacible estancia se convierte en pesadilla con el asesinato de uno de ellos y la llegada del Sargento Trotter de Scotland Yard, quien mediante un interrogatorio provoca que la casa se convierta, precisamente, en una ratonera.
La obra intenta captar la atención del espectador, para sumirlo en una atmósfera de misterio que desencadena un inesperado final. Aunque no falto de voluntad, el espectáculo no consigue ni de lejos transmitir ese ambiente de intriga y suspense al que la gran escritora nos abonaba en sus fantásticas novelas. El cuadro de actores que dirige Víctor Conde no consigue una interpretación acorde a las características de la obra y la trama se torna aburrida y falta de interés. A ello contribuye el exceso de minutaje, dos horas interminables en las que el expectador sobrevive el tedio en espera de un final enrevesado y mal escenificado.

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