Tetralogía de la ejemplaridad. (Javier Gomá)
Nada queda al margen de los problemas que sacuden a la sociedad. Por eso hoy, cuando los españoles vivimos preocupados por los más granados casos de corrupción,
los filósofos que deben definir el sentido de nuestro mundo también se
ven impelidos a dar respuesta a estas inquietudes mundanas. Javier Gomá (Bilbao, 1965)
ha construido durante la última década una obra filosófica en torno al
eje de un concepto: la ejemplaridad. Parece más que oportuno. Pero su primer editor quiso cambiarle el título porque
no le parecía una palabra que se entendiera. Él no cedió, puesto que
era ese el centro de toda su obra. Aparecieron desde 2003 «Imitación y experiencia» (Premio Nacional de Ensayo 2004), «Aquiles en el gineceo», «Ejemplaridad pública» y «Necesario pero imposible».
Hoy, los cuatro tomos que conforman esa interpretación -una «oferta de sentido»-,
llegan a las librerías en formato de bolsillo, editadas por Taurus.
Filosofía de bolsillo, sí, que no quiere apabullar, sino persuadirnos de
que, en estos tiempos en los que todo es portátil y necesitamos tanto
una regeneración ética, pública, resulta difícil alcanzarla si no
reservamos un espacio a la reflexión en el ámbito de la vida íntima.
-Su método, según dijo, es la ingenuidad. ¿Adónde le ha llevado?
-Tomar el concepto de ejemplaridad y ponerlo en el centro
de una reflexión filosófica, hacerlo fecundo para que irradie toda su
fuerza en la realidad tiene algo de ingenuidad puesto que el mundo es
fragmentario. Tratar de encajar las piezas del puzle a través de una
labor intelectual tiene algo de ingenuo. Pero nuestra cultura es
particularmente cínica. Una propuesta de un ideal es imposible en la
época post-utópica, donde esa propuesta de visión unitaria es
particularmente ingenua.
-¿Todo comenzó con una intuición juvenil que tuvo?
-Sí. Sentí fascinación por lo que luego llamé el universal
concreto: el ejemplo personal, algo con mucha fuerza didáctica y
ontológica, en lo que busqué una antropología, una ética, una política
del ejemplo, una teoría jurídica, estética, cultural… Vi que pensar la
realidad como ejemplo concreto formaba parte del lenguaje cotidiano pero
estaba al margen de la reflexión filosófica, aunque tenía una
potencialidad teórica que irradiaba en todas direcciones. Y tenía gran
capacidad de seducción.
-Lo habíamos abandonado...
-Cuando Aristóteles reflexiona sobre el ser siempre piensa
en realidades inanimadas, una mesa, el número, la nave. Y cuando
reflexiona sobre el ejemplo personal habla de la ética. Así que teníamos
una ontología sin personas y una ética personal sin ser. El resultado
es que se funda una ontología sin ejemplo personal.
-¿El formato de bolsillo, no solo supone una filosofía portable sino una virtud asequible, mundana?
-Uno de los problemas que ha tenido la filosofía en los
últimos siglos es que trató inútilmente de parecerse a la ciencia. Es
difícil ignorar el hecho de que la filosofía es mucho más parecida a la
literatura. La ciencia se verifica en el laboratorio, pero la filosofía
(piense en Platón, Aristóteles, Santo Tomás o Hegel) jamás ha sido
verificada en el laboratorio. La novela no tiene una verdad
científicamente demostrable, sino una verdad que es capacidad de
persuasión en los lectores. ¿Por qué seguimos leyendo a Aristóteles?
Porque 2.500 años después sigue siendo fecundo, vivo y presente.
-¿Para qué la filosofía?
-Alguien tiene que ocuparse del todo, y es la filosofía, o
la literatura, o el arte. El arte lo hace mostrando, la filosofía
definiendo. En la medida en que nadie escribiría una novela solo para
novelistas o un poema solo para poetas, la filosofía no debería ser
destinada solo a filósofos, sino a todas las personas que viven y
envejecen en este mundo, que sienten emoción, amor, miedo, y se
preguntan el porqué. La filosofía más potente siempre ha sido la que
interpela a cualquier ciudadano que vive de manera consciente.
-¿Es esa su utilidad pública, práctica?
-Sí, en cierto modo, pero es la utilidad de lo inútil, la
que tienen el juego, el arte, el amor, la amistad, la vida buena. Es lo
que hace tu vida significativa, digna de ser vivida. No es un resultado
pragmático o cuantificable, mucho menos crematístico. Una filosofía que
realmente lo sea es una oferta de sentido.
-¿Se siente más descubridor de un continente que existía o constructor de un edificio que no estaba?
-Mi ejemplo contradice aquello de que ya está todo dicho,
todo pensado. Me parece que tiene un plus de legitimidad haber
recuperado una palabra de uso cotidiano. La pongo en el centro, llena de
conexiones que establecen esa oferta de sentido para la gente.
-Señala
cosas incómodas, como la necesaria asunción de la mortalidad, con el
ejemplo de Aquiles. ¿Cambia la idea que tenemos de libertad, de
albedrío?
-Aquiles simboliza el paso del estadio estético al estadio
ético, del gineceo a Troya. Aquiles eligió morir en combate en Troya en
lugar de tener una vida larga. La proeza de este gran héroe fue asumir
su propia mortalidad. Esa misma tarea es la nuestra. Tenemos pendiente
la misma tarea del gran héroe griego, paradigma de lo humano para esa
cultura. Somos como Aquiles y podemos ser acreedores de su misma gloria.
-Podemos ser héroes, como cantaba Bowie…
-Es lo que hacemos cuando pasamos de la adolescencia a la
edad adulta y asumimos la mortalidad en el cumplimiento de nuestras
obligaciones sociales, en la casa y el oficio. Eso nos hace acreedores
de un destino heroico.
-¿Vale la pena la heroicidad del ciudadano en un mundo con tarjetas opacas y corrupción rampante?
-Pasamos a otro plano. Del empeño literario a la
repercusión social y política de uno de mis cuatro libros, «Ejemplaridad
pública». El concepto ha tenido éxito porque ya no es suficiente el
«cumple la ley y haz lo que quieras». El cumplimiento de la ley es
condición necesaria pero ya no suficiente para la convivencia. Se exige
un plus extralegal que se define con el concepto de ejemplaridad. Desde
el punto de vista moral es un disparate lo que resulta normal en lo
jurídico, que tu puedes hacer lo que quieras mientras no dañes a otros.
Porque tu ejemplo beneficia o perjudica a tu círculo de referencia.
Ejemplaridad era un concepto útil para todo esto.
-El mal ejemplo escandaliza.
-La vigencia del concepto de ejemplaridad se refuerza con
esos escándalos. Una sociedad que se escandaliza tiene vivo el ideal de
la ejemplaridad. Contrasta el ideal con la realidad que observa. Vivimos
una época de una ética particularmente intensa, por la exigencia de
transparencia y la intolerancia ante las desviaciones. No una época de
lenidad o relajación.
-¿Pero usted no es un moralista?
-Me alegra que me haga esta pregunta. Mis libros demuestran
hasta qué punto el aliento original que los inspira es ontológico y no
moral. El concepto de ejemplaridad tiene dimensiones inescindibles: el
ejemplo personal tiene un elemento antropológico, ético, jurídico,
estético, historiográfico, incluso teológico. Yo no he explicado mi
teoría de manera sistemática, siguiendo esas dimensiones del concepto.
Lo que he hecho ha sido aproximaciones al concepto en cuatro libros y
cada una involucraba rasgos de las diferentes disciplinas.
-El
ejemplo se impone en esta sociedad pero ¿esta nueva referencia asusta
un poco a un mundo en el que se empleaba la coacción y la autoridad?
-El mundo siempre fue jerárquico y aristocrático. Desde el
encuentro de los primeros dos hombres, uno obedeció. El problema del
poder es cómo conseguir la obediencia de la ciudadanía. El poder es una
expectativa de obediencia. Para esa expectativa contribuye mucho una
cultura que hace que se obedezca incluso cuando nadie observa (el peso
de lo que es correcto, honesto...). Se generó en nuestro pasado una alta
cultura, elitista, y personas que la administraban. Ahora vemos que
todo eso está desmontándose, como si fuera la escultura de un tirano,
por el principio igualitario. Hay un proyecto civilizatorio sobre bases
nuevas que ha generado mucha vulgaridad. Hay que aceptarla por madurez,
aunque hay quien se vuelve hacia aquella cultura elitista como si aún
estuviera vigente. Tampoco nos conformamos con lo vulgar. Debemos asumir
el tiempo nuestro, y generar un ideal de esta nueva realidad: esto es
la ejemplaridad, sobre bases gozosamente igualitarias.
-El
filósofo es, para usted, literato: ¿le pasa alguna vez lo que a todo
literato, que pierde la fe en las palabras (el «words, words, words» de
Hamlet)?
-A veces la reacción más honesta ante algunos
acontecimientos es el silencio. La filosofía y la teología han explicado
demasiado determinados problemas. Como Aaron ante la muerte de sus
hijos no sabía qué decir, debemos permitir que comparezca el misterio.
Esa quiebra de la fe en las palabras es la actitud más honesta ante el
enigma de la vida.
Publicado en ABC.es el 1 de Diciembre de 2014.
Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) es un ensayista y filósofo español. Es doctor en Filosofía y licenciado en Filología Clásica y en Derecho
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